PACHO VIEJO, VER. 19 de Octubre de 2010.- Relajado y prácticamente sentenciando, Fidel Herrera dijo: “Algunos ya se tienen que ir acostumbrando aquí”.
Sonrisas y algunas risas tímidas, las cuales se convirtieron en carcajadas cuando sugirió al custodio que vigilaba la puerta de acceso al penal de Pacho Viejo: “¡No cierres la puerta, hermano. Que entren todos los que quieran y si ya no quieren salir pues que no salgan!”
Con ese bueno humor arribó el gobernador de Veracruz al Centro de Readaptación Social e incluso, ante lo que se esperaba, no ingresó directamente al penal en su camioneta. Bajó y se dirigió hacia los familiares de los internos para atenderlos en la banqueta, a plena calle.
De inmediato vino la instrucción: “Tenemos que poner un parasol para que la gente no esté a la intemperie. Así se protegerán de la lluvia y el sol”.
Eduardo González Peña, recientemente estrenado como director general de Prevención y Readaptación Social, asintió.
Había un sol abrasante del mediodía que, absolutamente definitivo, no calienta igual afuera que adentro, como tampoco resulta lo mismo el ingreso de los compañeros de la prensa que el de los familiares de los detenidos. Los primeros lo toman a broma. Los fotógrafos dándose vuelo captando la imagen cuando sus colegas entran. Los segundos con el dolor profundo de ver a un ser querido tras las rejas, por mucho tiempo. Tal vez años. ¿Por qué motivo? Por el que sea. Todos somos seres humanos y en sus rostros se refleja la tristeza.
Como casi siempre sucede, los reporteros, camarógrafos y fotógrafos tienen sus privilegios: no son revisados. Lo único que se les pide es dejar sus teléfonos en la aduana.
Ya en el interior el ambiente es distinto. No hay tensión, pero tampoco relajamiento.
Y vino la primera anécdota con un reportero el cual es llamado por su nombre:
–¡Paco!
–¡Quihúbole, Dany! ¿Qué haces aquí?
–Estoy preso.
–¡Vaya! Ya era hora.
–En serio. Estoy preso. Me acusaron de fraude. Estoy en un proceso. Ya llevo como un año y espero pronto salir.
Evidentemente el reportero no sabía que decir. Sólo alcanzó a disculparse. El reo le manifestó no preocuparse porque se conocen desde hace años y sabía que el visitante era bromista.
La bochornosa situación finalizó de tajo cuando por el pasillo se vio venir al gobernador Fidel Herrera Beltrán que hizo su primer alto en la cocina.
Se acercó al cazo, tomó la paleta y empezó a mover la comida. Para cerciorarse del buen sazón tomó un cucharón y le dio una probadita al arroz. El visto bueno estaba dado.
De pronto, la segunda anécdota. El camarógrafo que acompañaba al mandatario ingresó al taller de artesanías en donde desde el fondo surgió una voz:
–A mi no me tomes, güero.
El camarógrafo sorprendido le contestó al de la voz:
–¿Qué pasó? ¿Qué haces aquí?
–Por broncudo me entambaron.
El detenido quizá sea el ejemplo de que en Veracruz se aplica la ley. Conocido con la clave de “Coreano” perteneció a la ayudantía del Gobernador. Hoy paga su culpa: está procesado por intento de homicidio al balear a un ciudadano. El que la hace la paga diría su jefe.
Después de entregar copias certificadas de actas de nacimiento, Fidel Herrera confirmó a la prensa que nunca hubo motín.
- Nunca hubo motín. Fue un mitón, un mito grandote. Fue la rebelión de las tortillas, no habían llegado completas las tortillas.
Situación que fue confirmada por el titular de Prevención y Readaptación Social. “Nunca se les ha dejado sin comer. Lo que sucede es que se bajó la ración, si se les daban 15 tortillas a lo mejor bajó a 12. Sabemos que son seres humanos y tienen que comer. ¿Motín? Los que hay en otras partes del país. Esto no es nada”.
Prácticamente la finalización del recorrido se acercaba y el último punto era el auditorio del penal en donde Luis González Hernández demostraba a sus compañeros y a los visitantes que la reclusión en el penal puede ser de provecho:
“Es un orgullo hablar ante ustedes. Cuando pisé por primera vez este lugar sabía que venía a pagar una condena. Hoy tengo la fortuna de haber concluido aquí mi secundaria, mi bachillerato y también la Licenciatura en Educación Deportiva”.
El aplauso no se hizo esperar y otro interno, Jesús Vázquez Saldaña, aprovechó para entregarle un regalo al gobernador, un Quijote en repujado.
Y cuando el Ejecutivo se dirigía a la salida vino la tercera anécdota. Se le acercó un hombre alto, güero, con sudadera verde.
–Gobernador…
–¡¿Qué pasó?! ¿Cómo estás? Oye, pero tú tienes fuero ¿no? Eres diputado suplente…
El aludido se acercó al mandatario para comentar en corto algunas cosas. Se trataba del ex diputado federal panista, Francisco Fernández Morales, “El Potro”.
Un reportero se acercó con la intención de entrevistarlo para ver qué había hablado con el gobernador, pero se negó. El comunicador insistió. “Bueno, le dije que con el seguro se le puede pagar a los cañeros. A lo mejor hablando con Jorge Reyes Peralta me puede ayudar”.
Terció un desconocido: “Se puede firmar un convenio con la otra parte y con el seguro se puede pagar”.
A punto de salir, el gobernador llamó al titular de Prevención, Eduardo González: “Chécame lo del parasol. Yo te apoyo. Hay que ponerlo para que la gente no esté a la intemperie”.
El ofrecimiento inicial del mandatario de que si alguien se quería quedar lo hiciera, por supuesto que no surtió efecto y todos para afuera, a que les diera otra vez el sol.
Un sol que definitivamente no se disfruta igual en la reclusión que en plena libertad.

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